jueves, 30 de junio de 2011

En una estación de metro.

Pienso que rezarte a ti
tal vez me salvará el alma.

Julio Cortázar

(Fotografía vía Tokyoform)




Desventurados los que divisaron
a una muchacha en el Metro
y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos
y la perdieron para siempre entre la multitud.
Porque ellos serán condenados
a vagar sin rumbo por la estaciones
y a llorar con las canciones de amor
que los músicos ambulantes entonan en los túneles.
Y quizás el amor no es más que eso:
una mujer o un hombre que desciende de un carro
en cualquier estación del Metro
y resplandece unos segundos
y se pierde en la noche sin nombre.

Óscar Hahn



Todos los días le pido un poco al destino que te bajes en la misma parada que yo. O que se averíe el tren y vengas a pedirme chicles. O que yo me atreva a decirte: llevo imaginando este vagón de metro toda la vida, contigo y conmigo dentro. Y que se apaguen las luces, y que se nos encienda la vida.


Rocío

domingo, 26 de junio de 2011

Flores raras.


Me gustaría hacer un holograma de Gala, romperlo en mil pedazos y comérmelo para sentirme lleno de ella, como en la comunión.

Salvador Dalí



Quizá podamos ser alguna vez como Dalí y Gala, tú con un geranio rojo en la cabeza como dicen que se puso el pintor para llamar la atención de ella; y yo desnuda como un lienzo, dispuesta a recibir tus bocetos en mi piel. Lo he pensado mucho y quiero que nuestra historia de amor sea así. Creo que es lo que más deseo: no ser nosotros mismos, fingir que hay algo de extraordinario en entregarse, algo de artista, algo de excéntrico y perturbador en esto de enamorarse.


Rocío

viernes, 24 de junio de 2011

Eso era amor.


 .


.


Le comenté:


—Me entusiasman tus ojos.

Y ella dijo:

—¿Te gustan solos o con rimel?

—Grandes,respondí sin dudar.

Y también sin dudar me los dejó en un plato

y se fue a tientas.



Ángel González.



lunes, 20 de junio de 2011

Ni tú eres Calisto, ni yo Melibea.


Es un fuego escondido, una agradable llaga, un sabroso veneno, una dulce amargura, una deleitable dolencia, un alegre tormento, una dulce y fiera herida, una blanda muerte.

La Celestina, Fernando de Rojas.




Cuando sales con tus amigos de fiesta
y lleváis el alma al descubierto,
cuando haces honor al vocablo "embriaguez"
y pierdes la noción del espacio-tiempo,
cuando no adviertes mis desvelos
ni las llamadas perdidas,
recuérdalo,
amor,
ni tú eres Calisto ni yo Melibea.

Cuando le vomito a Lucrecia
mis desdichas de tus noches,
mis ojeras de tus días,
mis conjuros de tu vida.

Cuando me empujas al pecado
y más tarde me abandonas
in hac lacrimarum valle,
en este valle de lágrimas
que es estar sin tu cuerpo,
en este jardín sin flores y
sin Celestina que nos aguarde.

No lo olvides,
muñeco,
que yo no soy Melibea:

ni loco amor,
ni torre,
ni sangre.



Rocío

domingo, 19 de junio de 2011

Un domingo de niñez.





Las pompas de jabón que este chiquillo
se entretiene en soltar por la pajita
son, traslúcidamente, toda una filosofía.

Claras, inútiles y pasajeras como la Naturaleza,
amigas de los ojos como las cosas,
son lo que son
con una precisión redondita y aérea,
y nadie, ni aun el niño que las suelta,
pretende que sean más que lo que parecen ser.

Algunas apenas se ven en el aire lúcido.
Son como la brisa, que apenas roza las flores al pasar
y de la que tan sólo sabemos que pasa
porque algo se aligera en nosotros
y todo lo acepta más nítidamente.


Fernando Pessoa.

jueves, 16 de junio de 2011

Cartas desde París.


Querido Abel,

Ayer llegué a París, la ciudad que prometimos no pisar jamás. París la bella, la amorosa, la ardiente ciudad del amor. Ayer aterricé en el punto equidistante entre la locura y el temor.

Caminé largo rato hasta que di con la pensión. Aquí es todo como dicen, ¿sabes? Es todo como imaginábamos, como nos contaron, como leíamos. Aquí es todo exactamente como decíamos odiar.

París suena a canciones de Edith Piaf y de Jacques Prévert. Sous le ciel de Paris las estrellan brillan más que allí, Abel. Hay constelaciones especiales para este cielo, aunque para alumbrar toda la ciudad sólo hacen falta mil escritores.
Deberías verlos, Abel, escriben en los cafés y tienen los dedos y la pernera del pantalón manchados de tinta. Y suelen tener pocas monedas en los bolsillos.

El pelo me huele un poco a croissant recién hecho y esta tarde me acordé de ti al oír el vals de un acordeón.


Te escribiré pronto,


Amelia.



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Rocío

martes, 14 de junio de 2011

Cuéntame sentimentiras (I)

Todo lo que te ves por dentro lo has ido poniendo tú, las personas no son de ninguna manera por naturaleza. Eso es un error demasiado extendido: ampararse en una forma de ser biológica. Tú naces vacío y tus circunstancias personales y tu modo de afrontarlas son las que rellenan tu interior.

Si has ido eligiendo quejarte de las cosas y no afrontarlas, si has decidido que era mejor llorar y lamentarse en vez de plantarle cara al dolor y atajarlo... habrás llenado tu interior de miedos e inseguridades.

Las personas, ya lo sabes, somos artífices de nosotras mismas. Estamos en continua construcción y deconstrucción. Haciéndonos y deshaciéndonos. Que no importa cómo nazcas, porque lo haces vacío y desnudo.

Lo realmente importante es cómo de lleno decidas morirte.

lunes, 13 de junio de 2011

La mitad de lo que somos.






How do I distinguish between the reality and the desire I have for it?

(Une femme mariée, Jean-Luc Godard, 1964)



La realidad, sí, la realidad,
ese relámpago de lo invisible
que revela en nosotros la soledad de Dios.

[...]

La realidad, sí, la realidad:
un sello de clausura sobre todas las puertas del deseo.

(Olga Orozco)

domingo, 12 de junio de 2011

Ni yo soy tan pequeña ni las lágrimas tan saladas.

Me prometí no escribirte más, porque a los muertos no se les escribe cartas, se les recuerda o se les olvida y ya. Pero ahora entiendo por qué llevo todos estos días tan nostálgica. Eras tú.

Nunca fui capaz de recordar este día. Siempre me acordaba un poco antes o un poco después, pero jamás fui capaz de regalarte un momento el mismo día en que te fuiste. Quizá sea un mecanismo de mi memoria para protegerme de amenazas tristes. Y hoy, por una pequeña alegría, te he recordado. Por primera vez en estos 9 años soy capaz de pensar en ti en presente, como si fuera ese mismo día. Porque para ti no existe más tiempo que aquel.

Los muertos son atemporales, anclados en el aire del día en que murieron. Haciendo ese mismo recorrido una y otra vez, volviendo del trabajo continuamente, conduciendo sin parar, haciendo esperar a sus seres queridos eternamente.

Sin retorno, atrapados en un enjambre de minutero roto, quedan cristalizados ya para siempre.



Rocío

viernes, 10 de junio de 2011

Las mil grullas de Sadako.


La primera vez que oí hablar sobre la tradición de las mil grullas de Japón fue hace algunos años; calculo que tendría unos 8 o 9. En mi libro de lectura venía un fragmento de un cuento, Sadako y las mil grullas de papel. Por lo general las lecturas del libro eran bastante "tontas" y anodinas para mi gusto, pero aquel fragmento me gustó mucho y aún hoy recuerdo perfectamente lo que decía e incluso la ilustración que lo acompañaba.

Dice la leyenda que si haces mil grullas de papel y las atas con unas cuerdecitas, se te concede un deseo, por lo general, te cura cuando estás enfermo. En mi libro se contaba la historia de Sadako, enferma de cáncer a raíz de la explosión de Hiroshima.
Su amiga Chizuko va a visitarla al hospital y le cuenta la historia de las mil grullas. Deciden por eso hacerlas, pero Sadako muere antes de poder completar las 1.000, cuando aún sólo tenía 644.

Recuerdo haber llorado leyendo este cuento. Era pequeña y me daba mucha pena que la niña se muriera, que no le hubiera dado tiempo a hacer las 1.000 grullas, convencida como estaba yo por aquel entonces, que los mil pajaritos de papel habrían curado a Sadako.
Después de leer la historia le pedí a mi abuelo que me enseñara a hacer grullas, pero me pareció complicadísimo y no conseguía hacer ni una bien, así que opté por suplicarle que si algún día yo enfermaba hiciera él las mil grullas por mí.

Llevo unos días muy nostálgica, quizá por eso me acordé de esta historia o quizá sea porque creo que la buena suerte ha vuelto. Porque creo que existe la felicidad concentrada y los recuerdos suaves que no alteran. O acaso sea porque aún no sé hacer grullas de papel.



Rocío

miércoles, 8 de junio de 2011

Como los reptiles.

La memoria es un músico que toca de oídas.
Ray Loriga




Algunos animales mudan la piel. Cuando los reptiles la tienen ya muy gastada por el paso del tiempo o por los factores climatológicos, la cambian.

Siempre me pareció una práctica apasionante, si me permiten decirlo; y era lo único que llamaba mi atención en las clases de Biología. Ver cómo las serpientes se iban deshaciendo de esa especie de piel transparente desde la cabeza hasta la cola. Lentamente, no había prisa por desprenderse de aquello que te ha protegido durante tanto tiempo.
Se convierte este proceso en todo un ritual. Para al final ver aparecer una piel limpia, a estrenar, resplandeciente, brillante. Una nueva piel sin arañazos, sin marcas, sin la huella del tiempo. Como volver a nacer, como si la naturaleza te diera una segunda oportunidad de estrenar la vida.
 
Siempre me pregunté si la memoria caería junto a esa piel o era algo que no se podía eliminar. Siempre quise mudar la piel como las serpientes y reaprender mi cuerpo cada cierto tiempo. O quizá lo que siempre quise secretamente fue perder la memoria...borrarlo todo, desprenderme de los recuerdos además de la epidermis.
 
Creo que los reptiles se parecen un poco al protagonista de la película Erasehead. Que se desprendía de lo que ya no aguantaba, de la grotesca criatura. Que hay que romper el cordón umbilical. Borrar todo de la cabeza, eliminar la memoria. Ser libre. Mudar la piel.
 
 
Rocío

lunes, 6 de junio de 2011

Por qué, amor o llorar.


El amor, la caricia, el silencio. No saber, dudar, escribir y emborronar.
El amor no puede ser otra cosa.


(Alphaville, Jean-Luc Godard, 1965)

viernes, 3 de junio de 2011

Definirte.

El nombre conseguido de los nombres.

Juan Ramón Jiménez


(Fotograma de la película Pierrot le fou, Godard, 1965)




Hace tiempo que busco un nombre
para darte, amor mío:

el rastro de los animales al morir,
la luz de un candil que se apaga,
la última sílaba de una última palabra.

Pero los alfabetos quizá son algo que no te alcancen
porque no hay una realidad que te avale,
porque no hay un referente donde imaginarte.

Cuando levantas el vuelo y no sé cómo llamarte,
cómo atraerte sin reclamo,
cómo decir quién, aquí, allí, contigo.

Ojos entornados en los que ahogarse,
áspera piel de hojarasca,
extraña porción de tierra no sembrada.

Hacía tanto tiempo que buscaba un nombre
que darte,
intersticio mío,
pequeña herida mía...

lenguaje roto.



Rocío

miércoles, 1 de junio de 2011

¿Encontraría a la Maga?

Para Lucía.


Se lleva preguntando desde hace muchos años
-quizá desde el principio de su vida-
qué es exactamente lo que anda buscando.

Con las manos metidas en los bolsillos,
los bolsillos llenos de cosas pequeñas:

un reloj de mano,
un lápiz,
papel rayado,
una bolsita de té,
su antiguo amor por ella.

Quizá lo casual dejó de acercarlas en algún
momento inexacto de sus vidas,
quizá ya no podría encontrarla más
tocando el violín en Marais
o acariciando algún gato perdido.

Quizá la suya,
esa historia de desencuentros,
no fue vivida jamás
y lo único que abrazaba por las noches
fueron las ganas de lo casual,
la imaginación
o el vacío.

Quizá la Maga nunca existió,
quizá vos la inventaste para mí,
es por eso que seguro que entendés
cuando te digo
que la Maga no sos tú
sino yo.



Rocío