domingo, 22 de abril de 2012

La noche que soñamos con Ava Gadner


Déjame que te abrace, ahora que todavía
tu piel no lleva escritas las mentiras del mundo
y tus labios son sede sólo de la hermosura.



Juan Antonio González Iglesias


 Ava Gadner en la película La noche de la iguana, John Houston, 1964.


La noche en la que todas soñamos ser Ava Gadner fue una noche sin luces y de grillos.
El aire se espesaba en forma de uve y subía formando una garganta doble de humo muy gris que contrastaba con el color del cielo y que ascendía mucho más arriba de lo que nuestra vista alcanzaba.

Recuerdo que todas queríamos ser como ella porque habíamos ido a verla en aquella película, La noche de la iguana, con el pelo mojado y pensamos que ninguna mujer podría ser nunca tan hermosa. Que ninguna de nosotras haríamos temblar a un hombre de esa manera en la que temblábamos al mirarla a ella en la pantalla, presas del horror de la belleza. Que ninguna mujer en la faz de la tierra encarnaría nunca más esa mezcla de ternura y maldad.

Pero aquella noche ni todo el cine clásico habría ocultado la tristeza de nuestros cuerpos. Pedíamos que nos abrazaran, pero ninguno tenía brazos. Deseábamos que nos sepultaran con otra boca, pero no había labios. Queríamos ahogarnos con la espuma y nadie sentía sed.


La noche en la que todas soñamos ser Ava Gadner la luna diagnosticaba lágrimas y yo lloraba en el autobús de vuelta a casa.




Rocío.

4 comentarios:

Darío dijo...

Sueños así...

Crista de Arco dijo...

De una pureza impecable!

David Mariné dijo...

Queríamos ahogarnos con la espuma y nadie sentía sed.
Precioso.
Un abrazo.

leonardo dijo...

ya sólo de leer el último verso colma esta visita.
Suerte en el instituto