Y el mar, el mar al fondo, con sus lentas espinas,
restos de cuerpos bellos, que las playas devuelven.
restos de cuerpos bellos, que las playas devuelven.
Vicente Aleixandre
Fotografía Anna Llamas
Sabes que no me gusta el mar, lo sabes perfectamente. No es porque no sepa nadar, no, no es nada de eso. Es porque siempre me pareció cruel. El sistema de mareas: bajamar, pleamar. Las olas, la espuma. Hay algo de cruel en todo ese ciclo, en toda esa repetición.
El mar siempre devuelve a la orilla cachivaches desagradables que la gente ya no quiere: un sillín oxidado de bicicleta vieja, tetabricks de leche desnatada, zapatos sin cordones, neumáticos, plásticos, radios inservibles. O esos cadáveres que se perdieron mar adentro y que vuelven semanas más tarde, hinchados y picoteados por las gaviotas, cuando ya nadie los echa de menos porque hasta a la pérdida se acostumbra uno.
Por eso no me gusta el mar, porque es igual que la memoria. Termina escupiéndote a la cara todo aquello de lo que quisiste deshacerte un día.
Rocío.